En la historia de los Estados Unidos, la denominada Gilded Age (lit., 'edad chapada en oro' o 'edad dorada') es el período entre la década de 1870 y la de 1890, después de la guerra de Secesión y de la Reconstrucción, en que el país conoció una expansión económica, industrial y demográfica sin precedentes, sobre todo en el norte y oeste, pero también un gran conflicto social y grandes desigualdades económicas y sociales.
El término Gilded Age se volvió de uso común durante las décadas de 1920 y 1930 y se derivó de la obra del escritor Mark Twain (junto con Charles Dudley Warner) The Gilded Age: A Tale of Today (La Edad Chapada en Oro: una historia de hoy), que hacía sátira de una era de serios problemas sociales enmascarada bajo una muy delgada capa de pan de oro. La primera mitad de la Edad Dorada coincidió aproximadamente con la mitad de la era victoriana en Gran Bretaña y la Belle Époque en Francia. Su inicio, en los años posteriores a la guerra civil estadounidense, coincide con la Era de la Reconstrucción (que terminó en 1877).[1] Fue seguida, en la década de 1890, por la Era Progresista.
La Gilded Age se solapó con la Reconstrucción (que se acabó en 1877) e incluyó el pánico de 1873. La época se caracterizó por un crecimiento extraordinariamente rápido del ferrocarril, de pequeñas fábricas, bancos, almacenes, de minas y otros negocios familiares, junto con una enorme expansión de las tierras arables altamente fértiles del Oeste. También hubo un gran aumento de la diversidad étnica de los inmigrantes europeos y de los estados orientales, atraídos por las promociones de las compañías de navegación y de ferrocarril, que destacaban la posibilidad de encontrar trabajo y tierras arables.
Los salarios estadounidenses, especialmente el de los trabajadores cualificados, eran mucho más altos que en Europa, lo que atrajo a millones de inmigrantes. El aumento de la industrialización produjo un aumento de los beneficios empresariales y también de los salarios reales que crecieron un 48% desde 1880 hasta 1890, lo que no impidió que fuera una época de pobreza para quienes no conseguían trabajo y para los inmigrantes europeos. Se produjo la Gran Depresión de 1873, dos grandes depresiones a nivel nacional junto con dos pánicos bancarios (el pánico de 1873 y el pánico de 1893).
El Sur de Estados Unidos se mantuvo económicamente devastado; su economía llegó a estar cada vez más ligada a la producción de algodón y el tabaco, cuyos precios bajaron. Los afroestadounidenses en el sur fueron despojados del poder político y de los derechos de voto.
El panorama político fue notable porque, a pesar de cierto nivel de corrupción, la participación electoral fue muy alta y en las elecciones nacionales se vieron dos partidos muy igualados. Los temas dominantes eran los culturales (especialmente los relacionados con la prohibición, la educación y los grupos étnicos o raciales) y los económicos (aranceles y el suministro de dinero). Con el rápido crecimiento de las ciudades, las maquinarias políticas tomaron cada vez más el control de la política urbana. En los negocios, se formaron poderosos trusts a nivel nacional en algunas industrias. Los sindicatos lucharon por por la reducción de la jornada laboral, jornadas laborales de ocho horas y la abolición del trabajo infantil; los reformistas de clase media exigieron la reforma de la administración pública, la prohibición del licor y la cerveza, y el sufragio femenino. Gobiernos locales en el Norte y el Oeste construyeron escuelas públicas, principalmente escuelas primarias; empezaron a surgir escuelas secundarias públicas. Se fundaron instituciones privadas con el apoyo de filántropos locales. Las numerosas confesiones religiosas crecieron en número de miembros y en riqueza, convirtiéndose el catolicismo en la más grande. Todas ellas ampliaron su actividad misionera al ámbito mundial. Católicos, luteranos y episcopalianos fundaron escuelas religiosas y las comunidades más grandes fundaron numerosas universidades, hospitales y obras de caridad. Muchos de los problemas a los que se enfrentaba la sociedad, especialmente la pobreza, dieron lugar a intentos de reforma en la subsiguiente era progresista.[2]